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¿Cómo hacer sustentable y eficiente la producción animal?

14 de enero de 2013

Los alimentos de origen animal han sido parte importante de la dieta alimenticia del ser humano desde su asentamiento en la Tierra.

Los avances tecnológicos en la producción primaria de las distintas especies domesticadas, en su procesamiento industrial y las nuevas estrategias de comercialización, ha permitido generar volúmenes de alimentos para satisfacer los requerimientos cada vez mayores de la población, la cual alcanza hoy día a un poco más de 7 billones de personas y se estima en 9 billones para el 2050.

Con la globalización se han acelerado cambios en los patrones culturales y hábitos de consumo de economías emergentes y países en desarrollo, los cuales explican el crecimiento que la OECD-FAO informa para los últimos 50 años en el comercio de algunos commodities como el de la carne (300%) y la leche (100%).

Del mismo modo, los consumidores exigen en forma creciente la generación de alimentos seguros, saludables y diferenciados, situación que ha generado una mayor intensificación de la producción de alimentos a gran escala, que junto al desarrollo industrial alcanzado en los últimos años, está alterando progresivamente e irremediablemente nuestros ecosistemas. Y con ello, la calidad de vida.



Pero ¿cómo alcanzar un patrón de desarrollo sostenible?

Esta interrogante es parte de uno de los 10 objetivos de las Naciones Unidad para el milenio: “Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente” es una necesidad.

El desafío actual es el desarrollo de un plan estratégico que permita otorgar una alternativa alimenticia de origen animal que procure un equilibrio en el animal mismo y en el ambiente inmediato que lo rodea, así como también en el ambiente global del predio, zona, país, continente y el planeta Tierra en su conjunto.

Por ejemplo, se debe aspirar a establecer mejoras sustantivas en la gestión productiva-económica del sistema bovino lechero.

Y a llevar a cabo un plan de mejoramiento genético animal en nuestro medio ambiente para factores como la eficiencia alimenticia (principal factor de la economía de la producción) y que sea compatible con el equilibrio orgánico (salud animal, reproducción, longevidad), respeto por el bienestar animal y las buenas prácticas agrícolas.

A lo anterior hay que agregar, la sustentabilidad económica que permita la estabilidad de los recursos humanos en el campo y de la competitividad de toda la cadena agroalimentaria.

A su vez, desde el punto de vista medioambiental, es de suma relevancia atender a una de las principales consecuencias asociadas al desarrollo de la ganadería como lo es la generación de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y su evaluación a nivel local en la región y el país.

En este ámbito, la mayoría de los países desarrollados han hecho o están haciendo importantes inversiones para fortalecer las capacidades de recursos humanos para cuantificar y controlar las emisiones de GEI en sus sistemas productivos, línea a la que Chile se ha sumado estableciendo su reducción en un 20% para el 2020 y al que Inia Remehue está contribuyendo dando los primeros resultados de investigación local.

El desafío permanente de nuestra sociedad es propender a un desarrollo sostenible con equidad social, y no alterar los equilibrios medioambientales existentes en los recursos naturales como el suelo, agua y la biodiversidad vegetal y animal, cuyos procesos de formación ocuparon millones de años.



(*) Francisco Lanuza es médico veterinario de la U. de Chile y se desempeña en el Instituto de Investigaciones Agropecuarias, Centro Regional de Investigación Remehue.

Fuente: Revista del Campo Sureño

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