Fiebre aftosa en Paraguay, impactos en Chile
10 de octubre de 2011
Michel Leporati Neron
Director de Escuela Medicina Veterinaria
UST-TALCA
El brote de fiebre aftosa en Paraguay es de particular relevancia para los chilenos, tanto en nuestra condición de consumidores, como para nuestra ganadería, el resto de la industria exportadora de alimentos, así como para nuestra institucionalidad fito y zoosanitaria.
Respecto de los consumidores, y teniendo claro que la fiebre aftosa no reviste ningún tipo de riesgo sanitario para la población humana, las principales consecuencia de este brote tienen relación con el impacto que las necesarias restricciones que impone la enfermedad a las importaciones de carne producirá en los precios de ella en Chile. Esto, porque desde hace casi dos décadas, entre el 50% y el 60% de la oferta de carne en Chile es de origen importado, principalmente de Mercosur.
Paraguay es en la actualidad el principal proveedor de carnes importadas al mercado nacional. El año pasado las estadísticas indican que de las algo más de 130 mil toneladas de carne importada que ingresaron, el 60% tuvo su origen en este país. Si a ello sumamos que de los países del Mercosur que nos abastecen, Paraguay es por lejos el más competitivo, por sus bajos costos de producción, la consecuencia inmediata del retiro de nuestro mercado de sus exportaciones representará un encarecimiento de la carne vacuna.
¿Cuánto más deberemos pagar? No lo sabemos. Entre otras cosas, dependerá de quién ocupe el espacio de mercado. Uno podría esperar que ello lo hará en mayor medida Brasil y en menor medida los productores locales y Argentina. En la medida que la oferta brasileña sea la que se desvíe a Chile, significará un alza moderada de precios. Sería de mayor magnitud en la medida que los otros mercados externos resulten más atractivos que Chile para esta industria, o que ese país resulte también afectado por la enfermedad, y el mercado local sea abastecido por carne nacional o transandina.
En relación a la cadena de la carne nacional, este brote representa, por una parte, una posibilidad de recuperar participación en un mercado al que cada vez se accede con mayores dificultades competitivas. Acceso que si nos mantenemos en el actual statu quo, será esporádico y efímero, o bien, dado los plazos relativamente largos que supone recuperar la normalidad sanitaria con un brote de esta enfermedad en sistemas productivos tan extensivos como el paraguayo, puede transformarse en una posibilidad de recuperar competitividad en forma sustentable.
Lo anterior demanda un esfuerzo orientado a: (1) la fidelización de consumidores, que tiene en la oferta nacional un producto de óptima calidad sanitaria y organoléptica -ciertamente superior a la paraguaya-, lo que, sin embargo, en general se desconoce; (2) avanzar en la diferenciación por calidad, la diversificación de la oferta y la creación de valor en la producción, -al estilo de lo que ha hecho la industria nacional de carnes de aves y cerdos-; y (3) incrementar la producción y la productividad de la cadena, con particular énfasis en la producción primaria. Por otra parte, representa un desafío institucional para el Servicio Agrícola y Ganadero, SAG, y su sistema de vigilancia y control zoosanitario. Especialmente porque ocurre luego que se han hecho importantes esfuerzos sanitarios en la región, -de los que el propio SAG ha sido parte-, por mantener controlada la enfermedad. Lo que plantea inquietudes sobre la efectividad de ellos y da cuenta que más allá de la informaciones oficiales y de los sistemas de garantías sanitarias existentes entre países, la realidad de las dinámicas epidemiológicas puede asestar golpes tan duros, como los que hoy resiente la economía del Paraguay. A la fecha, las pérdidas directas han alcanzado los US$ 235 millones de dólares, y se proyecta que para fines de año, alcance cifras cercanas a los US$ 700 millones. Si a ello se suman los costos indirectos (sector agrícola e industria relacionada) la cifra podría superar en un año los US$ 1.500 millones. Ello sin considerar el impacto en las inversiones extranjeras, especialmente brasileñas, y del acceso al crédito.
A la luz de estos antecedentes queda claro que para Chile y sus US$ 11.000 millones de dólares de exportaciones de alimentos, la pérdida de la condición de país libre de aftosa sería un verdadero desastre. Por el impacto directo sobre la ganadería bovina, pero principalmente por las repercusiones colaterales que ello tendría sobre el conjunto de la industria exportadora agroalimentaria nacional. Es por esto que lo ocurrido en Paraguay, debe ser un motivo de alerta máxima para el SAG, y para el sector privado, en relación a: (1) el estrecho seguimiento de la evolución del problema en Paraguay y de sus implicancias para el resto de la región; (2) el control de las importaciones de productos cárnicos y otros alimentos desde el Mercosur; (3) el control de ingresos de pasajeros provenientes de la región, y (4) La vigilancia y control sobre el movimiento de animales en nuestra frontera cordillerana, especialmente durante el período de veranadas que se inicia, y bajo los efectos en el precio del ganado en pie, que
ya está teniendo en los mercados locales la situación paraguaya.
Finalmente, esta es además una oportunidad para reforzar la toma de conciencia ciudadana de la importancia que reviste para Chile proteger su condición fito y zoosanitaria y del rol activo que a cada uno de nosotros nos compete en estas materias
Fuente. El Mercurio