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Chilenos impulsan investigaciones para el agro global

20 de septiembre de 2011

Alargar la vida de vegetales, crear variedades de trigo 3.0 y trabajar en soluciones para el hambre en el mundo son parte de lo que están desarrollando algunos investigadores chilenos desde más allá de las fronteras. R. del Campo conoció qué están haciendo tres de ellos. Martina Salvo de Oliveira
N o es lo mismo comer una manzana roja que una pálida. Aunque el sabor sea el mismo, que ambas frutas desprendan un olor dulzón, o que el calibre sea igual, la mayoría de los consumidores va a inclinarse por la fruta roja, la que, por lo mismo, tiene mejor penetración en los mercados de destino. Lo mismo pasa con la firmeza que se espera de la uva de mesa, con la calidad del trigo, y con el tamaño y color de los espárragos cosechados, sólo por dar algunos ejemplos. Son esos detalles parte importante de lo que se define como calidad.

Pero, conseguir la crème de la crème de la canasta agro exportadora no es un proceso simple. Detrás hay un trabajo intenso, que suele pasar inadvertido, y que se inicia en el laboratorio. Investigadores de todo el mundo, incluidos chilenos, destinan tiempo e importantes recursos en buscar nuevas variedades o especies que optimicen las producciones o características de los cultivos.

Esta es la historia de tres investigadores nacionales que han izado la bandera de Chile en el mundo.

Nicolás Cobo, el chileno que quiere acabar con el hambre del planeta
Nicolás Cobo camina por los pasillos de la Universidad de California en Davis. Pese a que sus cejas tupidas le dan un aire de enojo o preocupación, lo cierto es que está más feliz que nunca.

En los próximos cinco años cursará un Doctorado y, en paralelo, trabajará bajo la tutela de Jorge Dubcovsky, una eminencia en la línea de investigaciones que tienen que ver con la manipulación genética de cereales como el trigo. El laboratorio que encabeza es uno de los top que hay en el mundo sobre la materia. Sin hablar de que la universidad es de las más prestigiosas en estudios de agronomía.

Varios científicos pugnan por conseguir un cupo ahí. Pero él es el elegido. Entre microscopios, tubos de ensayo y probetas, los científicos del Centro buscan día a día fórmulas para crear un trigo del futuro, más resistente a condiciones climáticas adversas o capaces de hacer frente a plagas como la roya. Y eso no es todo. El propósito de crear variedades de trigo superpoderosos, tiene un fin de ensueño: potenciar soluciones para frenar el hambre en el mundo con cultivos remasterizados que sean una alternativa barata y concreta para asegurar la producción en países como Chad, República del Congo o Angola, en los que la desnutrición se empina como una de las principales causas de mortandad.

"Lo que se hace tiene un fuerte impacto sobre distintos temas del mundo. En África hay enfermedades que atacan casi todas las variedades y hay que desarrollar trigos resistentes", sostiene Nicolás.

El investigador sabe que para ser un agrónomo de la U. de Talca, titulado el 2009, para tener 24 años recién cumplidos, y para ser chileno en un escenario donde eso no es habitual, es un bicho raro inserto en las ligas mayores de la ciencia.

El trabajo del chileno

Trabajar en fruteras, como consultor en Fundación Chile, y en empresas alineadas con la agricultura sustentable, son parte de las experiencias que cosechó Nicolás recién titulado. En paralelo venía con el bichito de hacer un posgrado, pero, para eso necesitaba obtener una beca y ser el elegido entre miles para estudiar en el lugar que era el sueño de su vida: la UC Davis. Postuló, fue seleccionado y obtuvo la beca. Un tremendo logro para un chileno teniendo en cuenta que solo este año, postularon del orden de los 11 mil estudiantes de todo el mundo, y solo 1.100 fueron seleccionados.

Concretamente su investigación está enfocada en el estrés biótico y ambiental que sufre el trigo cuando está expuesto a alteraciones climáticas como la sequía. Su idea es meterse de lleno en el área de los genomas para manipular las proteínas sin perjudicar el rendimiento. En UC Davis, el chileno es parte de un equipo conformado por científicos de 55 universidades top de EE.UU. y del Usda. El proyecto en el que está involucrado tiene un presupuesto de US$ 40 millones, magnitudes muy distintas a las que hay en Chile. "Aunque la I+D se está trabajando en Chile, hay mucho que aprender. En la UC Davis, por ejemplo, la red de contacto es súper grande, tienes más tiempo y más lucas para trabajar", explica Cobo.

Agustín Aljaro, el hombre que alarga la vida a los vegetales
Agustín Aljaro es un nombre que suena en el agro nacional. Agrónomo de la U. Católica e investigador del Inia, su apellido siempre aparece en medios del sector nacional donde el científico da respuesta a distintas consultas sobre el agro.

Pero el nombre de Aljaro ya no sólo suena en Chile. Hoy su marca es conocida más allá de las fronteras. Por estos días, una de sus investigaciones que comprueba la sobrevida de algunos vegetales en heladas con la aplicación de un químico, no sólo salió ganadora entre los estudios realizados nacionales que postularon al Concurso Top Ciencia que organiza BASF. El investigador sigue en la competencia para ser el mejor de Latinoamérica, compitiendo con Argentina, Bolivia, Uruguay, Costa Rica y México.

Lo que logró comprobar Aljaro es que el concepto AgCelence F500, que incorpora la molécula F500 en productos comerciales como Bellis o Comet de la química, además de ser un fungicida para hongos en hortalizas y frutas, permite importantes mejoras de otros aspectos, como por ejemplo aumentar de forma considerable la tolerancia al frío, mayor verdor, mayor crecimiento y mejor coloración. Y el hallazgo se evidenció en cultivos tan distintos como el maíz, los porotos o en frutas como los melones.

Mientras las plantas sometidas a tratamientos se dañaron sólo entre 2 y 23% ante bajas temperaturas, las que no se sometieron al químico quedaron con el 42% de su follaje quemado.

Y las plantas tratadas tuvieron una recuperación del daño. En el caso de las hortalizas se alcanzaron hasta el doble de nuevos brotes y hojas que las plantas no tratadas.

"Controlar hongos, hacer los tomates más rojos o las frutas más dulces son parte de los descubrimientos. Las pruebas hechas en parras, porotos, maíz, melones, nogales, tomates y cebollas reflejan el mismo comportamiento. Las plantas testigos se quemaron, enfermaron, murieron o revivieron poco", explica el investigador.

Hace años se vienen desarrollando ingredientes activos para controlar el tema fitosanitario. El giro del estudio de Aljaro es la comprobación de que algunos de esos productos tendrían propiedades benéficas adicionales para la planta.
Una ayuda para el agricultor
Además de lidiar con el tipo de cambio, las condiciones climáticas y el costo más elevado de insumos y de la mano de obra, los agricultores deben lidiar con las dificultades productivas. En un escenario donde este año hay quienes, a raíz de las heladas, perdieron hasta el 80 por ciento de sus producciones, el descubrimiento podría representar un respiro más que duradero. "Lo que está en juego es súper potente, es la recuperación misma de las plantas más allá de lo que se consideraba posible", explica Aljaro.

Cristóbal Uauy, el investigador del trigo que se codea con premios Nobel
Cristóbal Uauy es risueño, bromista, accesible. De primeras, no pareciera que trabaja en el John Innes Centre en la ciudad de Norwich, en Reino Unido, en el centro catalogado como uno de los mejores para el desarrollo de cereales que hay en el mundo. Tampoco, parece ser un brillante investigador por la forma que viste: con polera, jockey; y por la forma que habla: con palabras como "cachái" o "andái".

Aún es más difícil descubrir que el agrónomo chileno ganó el año 2007 el premio a la mejor tesis de doctorado en ciencia biológica de EE.UU., compitiendo con trabajos de estudiantes de las mejores universidades del mundo como Harvard, Stanford y el MIT (Massachusetts Institute of Technology), o de prestigiosos centros de investigación chinos como la Universidad de Tsinghua o la Universidad Jiaotong en Shanghai.

Y todo a punta de pura meritocracia.

Cristóbal estudió agronomía en la U. Católica. Egresó en 2001 y fue premiado como uno de los más brillantes de su generación. Pero sentía que eso no le bastaba.

Tenía ganas de seguir especializándose principalmente en la parte genética. Y sabía donde era el mejor lugar para aprender: la UC Davis. Sin pensarlo mucho postuló a una beca para hacer el Doctorado allá, y, mientras esperaba los resultados decidió que la espera sería más llevadera en California. Hasta allá se fue con lo puesto, usando para comprar su pasaje unos kilómetros de vuelo acumulados que tenía su papá. Decidió irse antes porque junto con cursar el posgrado quería lograr que lo integraran en el laboratorio de Dubcovsky (el mismo profesor que recibió a Nicolás Cobo).

Desde Chile se contactó con él, quien quedó de ir a buscarlo al aeropuerto. Claro que, al llegar las condiciones habían cambiado un poco.

Primero no lo fueron a buscar. Sin plata, sin un inglés muy bueno, ni mucha idea de cómo llegar a las oficinas del profesor, pero con una actitud inquebrantable, tomó una micro con maleta incluida hasta el centro de la ciudad. Y llegó a destino, claro que pasadas las 18 horas, cuando el edificio estaba cerrado.

Parado frente a la construcción, con maletas bajo el brazo y transpirando de susto, comenzó a patalear en la puerta y gritar. Después de un rato de alaridos, salió alguien a recibirlo: era Dubcovsky, quien le hizo incisivas preguntas científicas.

"Yo estaba súper cansado, pero intentaba responder de forma inteligente y coherente. Lo bueno fue que nos caímos bien", explica Cristóbal.

Le fue bien con el laboratorio, pero mal con la beca. Ya instalado le llegó la noticia fatal: no le daban la beca para hacer su Doctorado. Sin amilanarse Cristóbal se rebuscó para encontrar trabajo. Y lo logró. En poco tiempo comenzó a cosechar importantes logros.

"La investigación en Davis estuvo centrada en encontrar un gen que afecta la cantidad de proteína y micronutrientes en el grano de trigo. Era una locura porque había muchos genes y era un problema difícil de resolver, pero lo encontramos. Fue el primer gen de ese tipo que se encontraba en trigo y publicamos en Science. También encontramos plantas con más proteínas y mayor resistencia a la roya", recuerda Cristóbal.

Además de los papers y el reconocimiento académico, su trabajo de fin de curso el 2007 le valió el premio a la mejor tesis, según el Consejo de Escuelas de Grado y la Universidad Internacional de Microfilms (CGS/UMI), en la categoría de biología y vida científica; un reconocimiento que se entrega cada dos años.

Y en esa dinámica estaba, disfrutando de lo que él llama "pequeños logros", cuando vio un aviso en el tablero en la UC Davis. Era un concurso para ingresar al John Innes Centre. Postuló sin conocer a nadie, sólo en base a sus galardones y publicaciones. Y lo llamaron para la entrevista, dos semanas antes de su matrimonio con una chica guatemalteca que había conocido en EE.UU. Y le fue bien. Hace ya dos años y medio que está instalado en el Centro acompañado de su esposa y su pequeña hija.

"No me creo eso de tener tres o cuatro personas a cargo o estar escribiendo papers. A veces en reuniones formales hay gente topísima, premios Nobel presentes, conversando de tú a tú, y no me lo creo. Claro que es un ambiente muy competitivo. Para seguir hay que tener iniciativa propia, empuje y trabajar muy duro", explica Uauy.

Actualmente, está investigando temas de rendimiento con genes que aumenten el tamaño del grano del trigo; estudios sobre el hongo roya para poder buscar genes más certeros que protejan la planta; y estudios orientados a mejorar la calidad, buscando genes que afectan la germinación en espigas, fenómeno que hoy causa grandes pérdidas.

Fuente. Revista del Campo- El Mercurio

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