"Hay que innovar en financiamiento para enfrentar el cambio climático"
29 de noviembre de 2010
Aquiles Neuenschwander trabaja hace varios años en dos temas de gran relevancia para Chile: el cambio climático y la bioenergía. Este ingeniero forestal se desempeña en la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y tiene una visión clara de lo que ocurre y debe ocurrir en el país en estas materias.
A su juicio, Chile debe conciliar las necesidades alimentarias, con los compromisos ambientales adquiridos. Ello, en un escenario de cambio climático que está presente y que cruza todos los análisis y proyecciones silvoagropecuarias. De allí que no sea un tema fácil.
Por ello, desde su perspectiva, es clave que se analice la posibilidad de aplicar medidas de política agraria para facilitar el desplazamiento de financiamiento; establecer seguros ante eventos catastróficos; y dirigir con mayor claridad las inversiones en riego y formas de regadío. Todo, para enfrentar de mejor manera el “nuevo clima” y la necesidad de adaptarse.
El especialista enfatiza que los aumentos esperados en las temperaturas promedio, de aquí al 2040, y la disminución de las precipitaciones, impactarán en los principales rubros del sector agrícola y también en el forestal. Para bien, o para mal.
“Lo primero que hay tener claro es que, según la ciencia, el cambio climático es algo que está ocurriendo. Y esto va a tener un impacto en la producción silvoagropecuaria del país. Es posible que haya desplazamiento de los cultivos y cambio de uso de la tierra”, señala el experto.
Y una medida necesaria es prever qué ocurrirá en los próximos decenios y tomar medidas que permitan a los agricultores adaptarse con medidas a nivel predial o con otras de inversión estatal como riego, distribución del agua e investigación.
“Adaptación es fundamentalmente tener en cuenta las condiciones meteorológicas y ambientales que existirán y las variedades disponibles que sean resistentes para hacer frente a esto. Por ejemplo, menor pluviometría. Entonces habrá que tener especies que sean más resistentes a menor cantidad de agua. Especies que no se mueran con sequías o incluso que resistan mejor los golpes de calor y el viento. Y con respecto del agricultor mismo, hay que trabajar en un mejor aprovechamiento del agua”, plantea.
En este sentido, este plan de adaptación ya está siendo desarrollado por el Ministerio de Agricultura. Y según lo establecido, considera algunos elementos clave para enfrentar el desafío climático: el aumento de capacidad de agua de los embalses y mejoramiento de eficiencia del riego; la creación y mejoramiento genético de variedades de cultivo frutal y forrajeras; estudio del nuevo comportamiento epidemiológico de plagas y enfermedades y reforzamiento de sistemas de vigilancia y control; el desarrollo de investigación, innovación y transferencia de nuevas prácticas silvoagropecuarias; y el fortalecimiento de los sistemas de gestión de riego y ampliación de las capacidades del recurso humano, tanto del sector productivo como de los técnicos profesionales.
-Por lo que se ve, Chile se tiene cierto trabajo adelantado sobre cómo enfrentar el cambio climático...
-Esto tiene varios carriles. La primera preocupación nuestra fue ver cuáles son las líneas que tiene que tomar el país, y el sector silvoagrícola específicamente, frente al cambio climático. Tenemos amenazas y oportunidades. El país entonces no tenía compromisos de reducir emisiones. Pero a partir de Copenhague, Chile tomó una postura, ratificada por el Presidente el 21 de mayo, de reducir sus emisiones del orden del 20% al 2020. Eso ya nos impone un nuevo desafío (ver nota aparte).
-¿Y en términos agrícolas?
-En términos de adaptación, que es la segunda pata de este plan nacional de cambio climático, estamos trabajando para ver la fórmula de adaptación en aquellos sectores que son más vulnerables, específicamente en la agricultura familiar campesina y la agricultura de exportación. Y hemos ido identificando algunas cosas. El riego es un tema que se tiene que enfrentar con fuerza. Chile no tiene más de 1,2 millones de hectáreas regadas. Y en ese sentido, por ejemplo, se podría pensar, estoy dando una idea al aire, en un tranque acá en el río Cautín. Si se consideran las sequías, me parece algo necesario más que un elefante blanco.
-En relación a los compromisos ambientales, ¿les preocupa el tema de la necesidad de energía limpia, que es otra pata del problema del cambio climático?
-Efectivamente, lo que hemos hecho es favorecer aquellos proyectos que nos permitan producir materia prima para bioenergía, pero sin reemplazar los cultivos importantes para alimentación. En el norte se ha experimentado con jatropha y en el sur con camelina o mostaza, en vez de raps que tiene otros usos más importantes que su utilización en un motor. Hay dos consorcios trabajando para producir biocombustibles a partir de materias primas como la caña del maíz y del trigo, a través de Innova; y en el norte hay 3 consorcios experimentando con bioalgas.
-¿Cuál es el rol que deben asumir los agricultores en un escenario de adaptación al cambio climático?
-Lo importante es que se capaciten en cuanto a las medidas que se pueden tomar, cuáles son las variedades más adaptables. Lo segundo es asociarse, pues medidas de este tipo son mucho más fáciles de implementar si se enfrentan unidos, a nivel de grupos de campesinos. Lo que puede producir el cambio climático son cambios en la manera de producir, en los precios, en la demanda. Hay que tomar algunas decisiones, como ser autosuficientes en ciertos productos como el maíz, que con mayor temperatura se pone más competitivo. Es decir, podemos llegar en algunos casos, con buenas medidas, a cubrir las importaciones que hoy se realizan e incluso transformarnos en exportadores en ciertos rubros.
-Un estudio realizado en las regiones de O’Higgins y Bío Bío cifra en 3.500 millones de pesos el costo para implementar medidas de adaptación al cambio climático. ¿Quién asume ese costo?
-Aún no hay estudios de cómo abordar ese tema específico. El próximo paso es establecer cómo hacerlo. Hay que realizar un análisis para ver cómo enfrentamos desde el punto de vista de los recursos económicos el tema de la adaptación. Ver si lo hacemos a través del apalancamiento de fondos fiscales y privados, por ejemplo en tecnología de riego, con créditos adecuados de la banca, con asociatividad para acceder a mejores precios. Es decir, ahora hay que innovar en financiamiento para enfrentar el cambio climático.
Fuente: Revista del Campo Sureño.