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Carne bovina: entre la aversión al riego y la audacia

13 de septiembre de 2010

Michel Leporati Neron
Médico Veterinario, PhD,
Director de Escuela de Medicina Veterinaria, UST-TALCA


Resulta paradójico constatar cómo, a pesar del alto grado de consenso que por más de una década ha existido sobre las estrategia de desarrollo de la cadena de la carne bovina, en la práctica y aun cuando existen un conjunto de condiciones de entorno positivas para materializarla, (ver artículo de Rodrigo Prado en Revista del Campo del 02/08/10 ), esta actividad no logra dar un salto definitivo a la modernidad.

En ello se aprecia cierta dificultad, de los actores de la cadena, para gestionar adecuadamente la aversión al riesgo, lo que en la práctica se traduce en un estado estacionario del desarrollo que proyectado en el tiempo no augura nada bueno.

Muchos dirán que el dólar nos sigue jugando malas pasadas, lo que desincentiva cualquier decisión sobre el particular. Sin embargo, esto es desde hace rato un dato conocido, y curiosamente, todas las opciones hoy disponibles para mitigar su impacto, tanto en las exportaciones como en el mercado doméstico, están en un franco abandono.

Así las cosas, en estos días, llama la atención, ver en las góndolas de los supermercados la avalancha de productos del MERCOSUR, de Estados Unidos y de Australia, versus la escasa presencia productos nacionales. Y, salvo honrosas excepciones, la oferta chilena sigue siendo principalmente de commodities, mientras la importada, avanza a paso firme en la creación de valor y la diferenciación, con una creciente gama de productos con marcas y certificaciones que garantizan o destacan atributos de calidad superior. En esta ofensiva, la última aparición es la carne natural Australiana. El resultado de ello ha sido que frente al hecho objetivo que la carne chilena ha mejorado notablemente, y que alcanza estándares tan buenos como los argentinos y/o uruguayos y muy superiores a los de la oferta paraguaya y brasileña, los consumidores parecen preferir los productos importados.

En resumen, a pesar del reconocimiento de la estrategia de la calidad y la diferenciación como un elemento clave del desarrollo competitivo del sector, al menos en lo referido al mercado doméstico, esta es una batalla que estamos perdiendo, y por paliza.

Otro tanto ocurre en relación a las exportaciones, en donde a pesar de contar con un importante componente de estandarización de la calidad, esta sólo responde al mínimo necesario para acceder a los mercados externos, mientras se sigue exportado esencialmente commodities. Tanto es así, que al realizar comparaciones, por tipo de corte exportados a la UE, según origen, se constata que la oferta nacional sistemáticamente accede a los precios más bajos para la categoría. Ello a pesar que la cuota, definida por todos como la tabla de salvación del sector, crece sólo a un 10% anual, y por tanto la única forma de optimizar su uso, debiese ser vender a mejores precios, es decir exportar, valor. Al parecido ocurre con los Estados Unidos a los que seguimos exportando carne para uso industrial y en poco volumen, a pesar de no tener ningún tipo de restricción comercial para acceder a nichos de alto valor.

Puestos en esta situación hoy la cadena la cadena de la carne bovina enfrenta tres opciones: la primera, que podríamos llamar de “profecía autocumplida” en donde con la mantención del estado actual de las cosas, se la condena a una involución irreversible, desechando una opción de desarrollo competitivo y sustentable, sobre el que se ha dedicado un esfuerzo público/privado importante en los últimos años, y afectando un número significativo de productores entre la VII y la XI regiones. La segunda, llamémosla de “obstruccionismo proteccionista” que busca hacer difícil el acceso a nuestro mercados a los competidores externos, por la vía de presionar a las autoridades para levantar barreras para-arancelarias, y/o para intervenir el tipo de cambio, situaciones tan poco viables política, como económicamente. Y la tercera de “audacia emprendedora” basada en implementar soluciones para perfeccionar la estrategia de diferenciación por calidad e internacionalización de la cadena, -que también significa competir en los mercados doméstico con la oferta importada- a través de la creación de valor y su visibilización mediante uso de marcas y certificaciones.

Es sobre esta última que durante largo tiempo se han venido poniendo las fichas y sin embargo hoy cuando están las condiciones para dar pasos importantes, pareciera que el sector recula. Al respecto existen iniciativas tan avanzadas que para su implementación, como la posibilidad de acceder a certificación orgánica, o al Programa Nacional de Carne Natural, que hoy está disponible para la certificación de productos para el mercado interno y próximo a ser reconocido por el USDA para Estados Unidos; y que sin embargo no se están siendo aprovechadas.

Lo mismo ocurre con iniciativas como el proyecto marca Aysén que luego de ser priorizado regionalmente y haber superado todos los procedimientos administrativos para su implementación, hoy inexplicablemente, duerme el sueño de los justos. Mientras de las negociaciones para el aumento de cuota a la UE no se conocen avances y por último la propuesta de certificación de carne de calidad superior para ese mismo mercado (más conocida como la cuota OMC de 20.000 toneladas), luego de su presentación inicial a la comisión europea, hoy sigue pendiente su reformulación, según las observaciones que se hicieron llegar a inicios de año.

Todo indica que el sector necesita urgentemente un impulso revitalizador que -guardando las debidas distancias- siga el camino que nos han marcado el desarrollo de la industria de carnes de aves y cerdos en nuestro País. Lamentablemente en la ecuación de desarrollo de la industria de la carne bovina al parecer su tamaño, su tipo de organización y la cultura de sus integrantes generan una inercia superior a las dinámicas provocadas por las oportunidades del mercado y que han sido exitosamente capitalizadas por otras industrias.
Y, para romper esa inercia falta audacia.

 

Fuente: El Mercurio.

 

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