Recursos genéticos endémicos de Chile. Un tesoro que nadie protege
3 de mayo de 2010
En 1992 el convenio mundial de diversidad biológica les otorgó soberanía a los países sobre sus recursos genéticos, pero hasta ahora Chile no tiene una ley que controle la salida de valioso material genético único, ni tampoco hace respetar su derecho a gozar de los beneficios económicos que obtienen grandes compañías que lo usan.
Es un patrimonio natural tan valioso como las Torres del Paine. Todo el mundo tiene claro que ese gigantesco monumento natural hay que cuidarlo y mantenerlo para las futuras generaciones porque es único. Pero no pasa lo mismo con los recursos genéticos, otro patrimonio igualmente importante; pero quizás porque está tan a la vista se suele pasar por encima sin verlo. Y así plantas, animales y microorganismos exclusivos de Chile están desprotegidos de la voracidad de verdaderos agentes de potencias tecnológicas extranjeras, los que por décadas vienen sacándolos del país. Lo que se llevan es una verdadera mina de oro -no son sólo especies endémicas, sino también sus condiciones y beneficios-, que reproducen, patentan y comercializan como propios cobrando royalties. Y en el camino Chile perdió la propiedad del recurso y no obtuvo nada a cambio.
Esta riqueza no es cualquiera. La zona centro sur chilena es reconocida a nivel mundial como uno de los centros más importantes de biodiversidad.
"Tanta importancia tiene que incluso se le ha denominado centro caliente de diversidad biológica, básicamente por su alto nivel de endemismo de su flora; eso quiere decir que más del 50% de las especies silvestres chilenas son únicas, no existen en ningún otro país. Eso es lo valioso", señala el doctor Pedro León Lobos, curador del Banco Base de Semillas del Centro Experimental Vicuña de Inia.
Esta información que contienen, en este caso las plantas propias de Chile, puede no sólo ser transformada en nuevas variedades comerciales, sino también puede aportar genes que codifican una molécula bioactiva con propiedades medicinales, industriales o farmacéuticas, o que codifican un gen de resistencia a enfermedades, sequía o a altas temperaturas u otras propiedades, y eso es lo que importa.
Sudamérica es rica en diversidad, pero principalmente en número de especies. Es lo que pasa en Brasil, Ecuador y Perú, que tienen cinco a seis veces más cantidad de especies, sobre 30 mil contra cinco mil de Chile, pero que en gran parte las comparten. La gracia para Chile es que esa menor cantidad es única.
La paradoja es que nuestro país ha establecido legislaciones para proteger los derechos de autor en el caso de softwares, libros, discos compactos y en muchas otras áreas, pero no ha hecho lo mismo para proteger sus recursos genéticos. Aunque parezca increíble, no hay ley que controle su uso y especialmente su salida al extranjero.
A nivel global hace tiempo que existen acuerdos para la protección de las especies propias de cada país. Así quedó establecido en el convenio mundial de diversidad biológica de 1992, que Chile firmó y después ratificó en 1995. Sin embargo, hasta ahora nada se ha hecho.
"Mediante un decreto ley quedó establecido como documento vinculante; por lo tanto, el país está obligado a cumplir esos compromisos internacionales, y por ende, todo lo que está establecido en el convenio", señala León Lobos.
El convenio les otorga a los países soberanía sobre sus recursos genéticos. Las plantas animales y microorganismos dejan de ser patrimonio o bien común de la humanidad, y pasan a pertenecer a los países. Ellos tienen la responsabilidad de conservarlos, usarlos sustentablemente y, a la vez, regular el acceso a éstos.
El país ha avanzado en la conservación y uso sustentable, pero en la protección de los recursos genéticos no se ha hecho nada. Y eso deja un espacio abierto para que continúe la fuga de plantas y semillas, con valioso material genético, y por las que luego los chilenos tendrán que pagar para poder utilizar. Existe un mercado a nivel mundial que mueve miles de millones de dólares.
Cero regulación
Y mientras no haya leyes ni reglamentos para estos recursos que controlen su salida, no es posible hablar de biopiratería, porque no se está vulnerando ninguna disposición legal. Sin embargo, hay un tráfico que no para.
León Lobos plantea que una revisión de los catálogos internacionales y de internet indica que al menos 586 plantas chilenas se comercializan en el exterior, de un total de 5.196 especies. El investigador advierte que la cifra está subestimada porque hay comercio informal realizado a solicitud de empresas internacionales, coleccionistas privados, farmacéuticas y centros de investigación.
¿Qué es lo que se requiere para detener la sangría? Se necesita una ley que defina cómo se va a operar, qué se va a regular, bajo qué términos se va a sancionar, quiénes van a fiscalizar y después una normativa para poner en práctica esta ley, además de un sistema que considere un registro nacional de los materiales, para tener control de lo que sale del país y bajo qué términos. La normativa, además, debe definir el procedimiento; por ejemplo, qué institución estará a cargo.
"Con eso sabríamos lo que sale del país, quién las tiene, qué empresa se las lleva; con eso se puede incluso denegar el acceso y establecer que tal especie es estratégica para el país y no conviene que salga; y si va a salir, tiene que hacerlo en ciertos términos. Pero esa misma ley también puede autorizar y normar la salida de esas especies. Por ejemplo, si alguien quiere usar una determinada, de partida tiene que reconocer que ese patrimonio es chileno y, además, si lo quiere desarrollar, y si hay negocio o beneficios económicos de por medio, el país de origen tiene que recibir su parte", recalca León.
Lo que ha faltado es decisión política. De 2005 data una moción de la Cámara de Diputados, encabezada por Enrique Accorsi, que planteaba una norma para los recursos genéticos. Hoy está archivada.
El presidente de la Comisión de Agricultura de la Cámara Baja, Ramón Barros, plantea que el tema algo se toca en el proyecto sobre propiedad intelectual, que incorpora las normas Upov 91 para mejorar el respeto a los obtentores, y que éste puede incluirse con mayor precisión. A nivel del Ministerio de Agricultura hubo un borrador, pero nada prosperó.
Al menos
586 plantas nacionales se comercializan en el extranjero, el 11,3% de toda la flora autóctona chilena.
Los países de América Latina con mayor diversidad de plantas son: Brasil, 55.000; Colombia, 45.000
México, 26.000; Perú, 25.000; y Ecuador, 20.000.
Buena conservación
Chile ha hecho esfuerzos en conservar el patrimonio genético, por ejemplo, mediante el Sistema de Áreas Silvestres Protegidas del Estado, que administra la Conaf. "Se le reconoce bien representado en la zona sur, aunque existen algunos vacíos en áreas y especies de la zona central y norte", señala León Lobos.
Otra vertiente conservacionista es el uso sustentable que hacen universidades y centros de investigación. Por ejemplo, están en trabajo la murtilla, la frutilla silvestre, el chagual, y otras esperan a investigadores y recursos.
Y está también la conservación que hace el Inia en cuatro bancos de semillas en los que se conserva la biodiversidad genética en el mediano y largo plazo (50 a 100 años); son semillas de plantas nativas y semillas de plantas cultivadas; por ejemplo, colecciones nacionales de maíces chilenos, de porotos o de trigo.
Así debiera abordarse el tema legal, según la especialista Carolina del Río, de Clarke y Modet
1. Sentido común
No se trata solamente de un tema de leyes, sino de contar con políticas coherentes y con un sano sentido común. De nada sirven leyes que no se puedan hacer valer, que resulten demasiado engorrosas para ser cumplidas, o cuyo incumplimiento no tenga mayores consecuencias o no pueda ser demostrado. Por otro lado, de poco sirve una gran "riqueza" en biodiversidad que no se pueda traducir en beneficios concretos para el país y particularmente para la población que conserva y enriquece la biodiversidad.
2. Ley inteligente
Una ley debe evitar que por impedir que haya biopiratería sea tan estricta y complicada que termine forzando a cometer biopiratería -porque resulta casi imposible cumplir con ella- o simplemente abandonando o pasando por alto los recursos del país.
3. Sumar experiencias
Chile tiene la oportunidad de aprender de la experiencia de otros países que ya han avanzado en el tema y desarrollar una mejor estrategia. Si se hiciera un benchmarking de la estrategia antibiopiratería de cada país, se podrían encontrar las características que debe reunir el sistema y cuáles evitar. Por ejemplo, la comunidad andina tiene reglamentación especial; Perú está muy avanzado en el desarrollo legislativo, pero el sistema es difícil de aplicar y no está cumpliendo un papel promotor. Sí tiene una comisión antibiopiratería que activamente identifica potenciales casos e intenta detenerlos.
4. Uso de contratos
Este tema podría ser adecuadamente abordado mediante contratos. Esta es una figura que no se aprovecha mucho. Quien ingresa a un país se rige por las reglas que aplican en dicho país, quien accede a un recurso lo hace en el marco de determinadas condiciones, ya sea que éstas se plasmen en una ley o en un contrato. Por ejemplo, el acceso a determinadas zonas que pueden catalogarse de diversidad biológica puede conllevar aceptar regirse por determinadas condiciones o reglas, al igual como sucede al ingresar a una mina.
5. Norma amigable
Bajo el principio jurídico que un ilícito no puede ser la base para generar derechos, en la medida que se haya cometido un ilícito, un acto de mala fe, una "inequitable conduct", se podrían tener fundamentos para cuestionar una patente. Pero ¿es ese el objetivo realmente? ¿Anular o hacer que abandonen una patente "biopirata" es realmente el mejor curso de acción? ¿No sería preferible ayudarla a legitimarse y compartir los eventuales beneficios que se obtengan? Más que una política opresiva y persecutoria, podríamos pensar en mecanismos de promoción; por ejemplo, la certificación "amigo de la biodiversidad (biodiversity friendly) o TK (traditional knowledge) friendly?
Fuente: El Mercurio.