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Perfil del agro emprendedor

6 de septiembre de 2010

Con características muy propias dio un vuelco al agro y puso al país en las mesas del mundo.

Chile es un jugador de nivel mundial. No sólo en el futbol. En realidad, en los últimos 40 años, el Chile agrícola pasó de la producción primaria y orientada al consumo interno, a colocar sus frutas y alimentos procesados prácticamente en todo el globo. El cambio es producto de que en el país existe una "raza" especial: los agroemprendedores.

Son hombres y mujeres que tienen características muy particulares que los impulsó a dar un salto hacia el mundo y permitir que, a la llegada del Bicentenario la agricultura sea uno de los sectores más dinámicos de la economía nacional. Consiguieron que los consumidores chinos coman cerezas chilenas, que el aceite de oliva nacional gane premios en Europa, que el país sea el principal exportador de frutas del Hemisferio Sur y que un vino auspicie una marca de fútbol inglés. Es decir, le dieron a Chile una identidad internacional más allá que la del cobre.

"Emprender es soñar y los agroemprendedores creen en un proyecto que sea más grande que ellos mismos, y parte de ese gran sueño es la promesa de vivir en un país que sea potencia alimentaria, principal estímulo para los innovadores", recalca Carlos Furche, ex director de Odepa.

A continuación un perfil de ese agroemprendedor, los factores que le dieron forma y lo que aún le falta para seguir avanzando.

Audaz y estudioso

Para muchos, los emprendedores agrícolas nacen, como el ave fénix, de las cenizas.

Tras la reforma agraria, a principios de los 60, los daños en el sector no fueron menores y se necesitó de valientes que arriesgaran capital, tiempo y esfuerzo para volver a levantar el campo. Apareció entonces un agricultor que no temía arriesgarse. Viajó a buscar las novedades del mercado, a ver que quería el consumidor de los países a los que intentaría vender, y trajo las variedades que respondían a esas necesidades.

El agroexportador de hoy se caracteriza por un alto nivel técnico y profesional, donde la actualización comercial, productiva y profesional es permanente.

Fue también a principios de los 60 cuando los agrónomos nacionales partieron a buscar los conocimientos del primer mundo, y la Universidad de California en Davis, EE.UU., se convierte en la cuna del enfoque agroexportador.

Juan Ignacio Domínguez, de Economía Agraria de la U. Católica, comenta: "En los 60 mucha gente salió a estudiar fuera. Había un stock de profesionales, sobre todo en fruta y ganadería, con conocimiento de agriculturas más desarrolladas y ayudaron al país", explica.

También incorpora todas las herramientas de que dispone para no perder competitividad. Así, ya sea mediante conexiones de Internet, libros, seminarios o viajes, el emprendedor agrícola está siempre preocupado del panorama agrícola a nivel global, y busca cómo incorporarlo en Chile. "Hoy la información es mucho más accesible, está disponible en mayor cantidad que hace 20 años. El fenómeno de Internet se define en los sistemas rurales y eso permite saltar a una mayor profesionalización", dice Carlos Furche.

Liberal y vanguardista

En los 80 cambió el sistema económico y los agroemprendedores lo hicieron parte de su "ADN".

"Las condiciones que se generaron con las políticas económicas e incentivo a las exportaciones generaron la necesidad de que el agricultor incorporara esta nueva visión", dice Domínguez.

Aparece así un fenómeno raro en el mundo: un profesional del agro que tiene una mirada de mercado liberal, a pesar de provenir de un rubro que se caracteriza por lo conservador; uno que incorpora además las técnicas y los procedimientos más modernos.

"El innovador tiene mucho más control sobre los riesgos propios del rubro, con una mayor capacidad de respuesta, y que ha ido profesionalizando su negocio al formalizar la vinculación comercial mediante un contrato y no basándose en la mera confianza o trato de palabra con el importador", explica Matías Araya, abogado de Araya y Cía.

Y, por más que pase el tiempo, el agroemprendedor sigue haciendo lo mismo: emprendiendo.

"Para muchos, emprendedor es sinónimo de alguien joven, pero yo conozco unos cuantos que siguen emprendiendo aunque vistan canas", dice Furche.

Se lo sindica también como vanguardista. "El agricultor chileno siempre se adelanta, sobre todo los emprendedores. Por ejemplo, Chile hace veinte años que erradicó la mosca de la fruta, y países como Argentina recién lo están haciendo", dice Carlos Furche.

Abierto a las novedades

Algunos les dicen "copiones" y otros "pillos". Efectivamente el agroemprendedor chileno tiene capacidad para observar en otras partes lo que podría servirle o ser un cambio para Chile. Entonces lo copia, lo adapta y lo incorpora.

"Recuerdo que los mismos empresarios, sobre todo profesionales, empezaron a notar que tenían que ponerse al día y comenzaron a viajar. Iban una o dos veces a copiar y traer variedades. Incluso traían cosas dentro de los paraguas, con tal de aprender bien para replicar los modelos", afirma Domínguez.

Un ejemplo: el riego por goteo. "Hace años iba a Copiapó y la gente tenía pequeños predios que regaban ellos mismos, luego incorporaron tecnología de punta. Hoy vemos cómo se desarrolla un gran polo de negocios en ese lugar gracias al impulso que dio este sistema", recuerda Domínguez.

Y actualmente, si bien no lo traen en los paraguas, siguen con las antenas abiertas a la innovación y tecnología.
El objetivo de los emprendedores es buscar nuevas alternativas para mejorar la rentabilidad que genera por hectárea.
"El emprendedor tiene en su disco duro una capacidad para implantar nuevas opciones. Y lo que encontramos hoy en el país son técnicas o metodologías que permiten desarrollar al emprendedor que todos llevamos dentro", dice Juan Luis Marambio, ex director de Indap.

No se achica

Una vez que el agricultor comenzó a convertirse en agroexportador puso sus neuronas y energía en conseguirlo. Se enfocó en los mercados objetivos -Estados Unidos y Europa, al principio; Asia actualmente- y comenzó a trabajar para producir lo que ellos querían. Incorporó rápido las exigencias que venían desde esos consumidores y compradores, requisitos que, a medida que Chile creció como exportador y que el mundo se fue volviendo más sustentable, aumentaron. Son temas como las actuales huella de carbono y la del agua; pues ya están incorporados la inocuidad, la trazabilidad o la calidad.

Ya sea mediante comités o encadenamientos productivos, los emprendedores se las han ingeniado para adaptarse rápido a los requisitos de sus clientes les piden. "Es verdad que hay más nivel de exigencias, pero el mundo camina hacia allá. Uno de los últimos requerimientos es en materia medioambiental y de dignidad laboral. Nosotros necesitamos certificar que trabajamos bajo esos estándares", comenta Furche.

Y por más que provenga de un país pequeño en el fin del mundo, si hay algo que caracteriza a este agroemprendedor es que no se achica, ni ante los nuevos desafíos ni ante competidores como Estados Unidos o México, verdaderos gigantes. Este plantarse de igual a igual le ha permitido transformarse en un abastecedor premium de muchos mercados.

Junta fuerzas con sus pares

Si bien el agroexportador se ha caracterizado por su individualidad, poco a poco se ha dado cuenta de que la asociatividad es, para muchos, una herramienta que le permitirá avanzar.

Y no se trata sólo de producir. La capacidad de formación de comités que homogenicen la calidad del producto -como el del kiwi, de berries o de la palta- permite generar una marca mucho más fuerte a nivel país. Además, el trabajo con los pares permite sacar lecciones al comparar sus vivencias con otros. "Es importante que el empresario aprenda de la experiencia de terceros, justamente para evitar los mismos problemas", comenta Araya.

En el camino de la globalización, este agroexportador aprendió que la profesionalización es clave para el crecimiento de sus negocios y así fue aprendiendo a formar equipos de trabajo, con expertos que apoyan cada etapa. "El emprendedor se va puliendo. Tiene que estar acompañado de un administrador. Cuando se hace asesorar y se profesionaliza, funciona, si no queda a mitad de camino", explica Antonio Walker, presidente de Fedefruta.

Luchador, aunque corre con desventajas

Es usual escuchar que "los agricultores son llorones". La realidad es que eso lentamente ha ido cambiando. Pero también es cierto que estos emprendedores enfrentan dificultades distintas a las de otros sectores y están acostumbrados a pelear aún cuando no tenga todo a favor. Es, por ejemplo, lo que ocurre con el acceso al financiamiento que muchas veces limita sus posibilidades, pese a la relevancia del sector como el segundo rubro con mayor exportación en Chile.

"Falta crear créditos para la agricultura, a largo plazo, no subsidios. Lo que veo hoy es que el emprendedor no es apoyado. Es mucho más reconocido estar en la banca, retail y minería, que en la agricultura, que es menos fomentada", comenta Walker.

También es un empresario que no cuenta con las mismas facilidades que las de otros rubros, especialmente en ciertas normas. No hay una ley que flexibilice los pasos para formar una empresa, otra que permita optar a recursos de forma más fácil y una que adecúe el tema laboral a la realidad del sector. Por eso, el discurso que del 21 de mayo se revivió la esperanza.

"La influencia que reciben los emprendedores son de políticas públicas. El Presidente Piñera lo dijo en su mensaje: 'El Estado tiene una deuda con la agricultura en este último tiempo'. Hay un déficit, no hay incentivo claro en cuanto a financiamiento, capacitación y asesoría técnica, que es muy requerida a esos niveles", comenta Luis Mayol, presidente de la SNA.

Pese al alto avance de muchas empresa agrícolas, todavía buena parte de la producción está en manos de pequeños productores -el 97% de los 360 mil RUT agrícolas son medianos y chicos-, los que poco a poco se convierten en empresas. En ellas existen muchos microemprendedores que intentan subirse al carro agroexportador. Tienen ideas, pero todavía requieren de apoyo para que logren dar el salto. "Aunque los emprendedores tengan buenas intenciones, lo que falta es que el Estado se meta la mano al bolsillo", afirma Domínguez.




Fábrica de empleos
El sector agrícola produce cerca de dos millones de empleos, directos e indirectos. Luis Mayol explica que esto se traduce en más de seis millones de personas, si se considera a las familias de los asalariados. Por eso cada nuevo emprendimiento significa más puestos de trabajo para una zona que muchas veces por estar en un sector rural no tiene tantas opciones como en las ciudades. En el proceso ha significado modernización de las técnicas de trabajo y de la legislación laboral, aunque aún quedan temas por solucionar, como seguir mejorando las condiciones de los temporeros y contar con una norma ad hoc para el sector.

 

Fuente: Revista del Campo - El Mercurio.

 

 

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